LA MITAD DEL VASO LLENO

Resonaron fuerte en el ambiente las palabras del intendente Guillermo Montenegro. Antes de lo pensado y contra todos los pronósticos, finalmente se aprobó la pesca de costa y embarcado en la ciudad de Mar del Plata. Una vez conocido el protocolo sanitario, los lineamientos, la “letra chica” del decreto, se generó un cúmulo de sensaciones entre los pescadores con dos ejes centrales: por un lado, la alegría y algarabía por llegar a buen puerto luego de arduas negociaciones, de insistencia, de pedido de reuniones, de presentar una y mil veces informes y protocolos. Por el otro, la demanda incansable de quienes nunca están conformes con nada, que siempre quieren más, aunque no sea el momento. Para nosotros, el vaso está del todo lleno.

“Yo no puedo ir a pescar porque lo habilitaron de lunes a viernes y esos días trabajo”, fue la primera queja que se escuchó. Entendible, tal vez. Pero para nada lógica. Porque la pesca que se habilitó es de sustento y/o consumo. Está apuntada directamente a quienes viven de una pesca artesanal diaria, quienes hasta el momento no tenían ningún tipo de ingreso, ya sea económico o alimenticio. Mal que nos pese (o no tanto, si nos ponemos en los zapatos del otro) aquél que tiene la suerte de tener trabajo, no necesita ir a pescar para poder comer. ¿Cuál sería entonces el fundamento por el cual las autoridades deberían extenderlo también a los sábados y domingos? Ninguno. No existe.

Porque tampoco se tiene en cuenta que, con esta decisión, se pone en marcha una maquinaria que hace más de dos meses se detuvo en seco y hasta ahora no volvió a funcionar. Esta situación impulsa a que los comerciantes del sector vean una tenue luz (pero luz al fin) al final del túnel. Quizás no salven el año económico, pero saben perfectamente que este es el paso previo necesario para llegar en un futuro cercano a la apertura total de la pesca en Mar del Plata tal y como la conocíamos antes de la cuarentena que decretaron en el país por este maldito COVID19.

Una apertura total de la pesca es completamente inviable. Aunque la situación sanitaria marplatense es muy buena, no hay una sola ciudad que supere los 500 mil habitantes en la provincia de Buenos Aires que haya aprobado algún tipo de actividad deportiva. Nos preguntamos entonces por qué la pesca debería ser la excepción. No es menor mencionar cómo reaccionarían otros sectores relacionados con el deporte si el intendente Montenegro nos hubiera dado vía libre. La respuesta es fácil de dilucidar: le hubieran saltado a la yugular, bajo la premisa “por qué ellos sí y nosotros no”.

Por último, aparece el guiño de las autoridades. Y eso sí es exclusivo de la pesca y por eso debemos tomarlo con responsabilidad: la palabra “consumo”. Aquél pescador que le diga a la una autoridad de control que está pescando porque se va a comer lo que capture, queda automáticamente enmarcado dentro del decreto y -por ende- habilitado. Técnicamente, entonces, nuestra actividad, nuestra pasión, está en el podio de actividades no esenciales permitidas en el marco del Aislamiento Social Preventivo y Obligatorio dictado por Presidencias de La Nación, tras la llegada del coronavirus al país.

Si a eso le sumamos las propias palabras de Montenegro, que sostuvo que confía “en que todos los pescadores cumplirán los requisitos” depositando plena confianza en ello, estamos convencidos de que esta noticia hay que celebrarla. Porque podemos volver a pescar. Porque sabemos que, si hacemos las cosas bien, pronto vendrá la ampliación o podremos ir por más. Por eso el vaso no está medio lleno. Está lleno del todo.